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`Caperucita Roja´ -la jovencita salidorra, los pretendientes memos y el lobo aburrido-

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“¿Pero esto no era una película de terror?” -dijo la persona que estaba al lado de Snake

Caperucita Roja la conocemos, o deberíamos conocerla, como aquella niñita que va tan campante por el bosque y un lobo (se supone que feroz) le hace la vida imposible para zampársela a ella y a su querida abuelita. Gracias a un cazador el final acaba siendo feliz y todos comen perdices. Como mandaban los cánones de la época. Bien es cierto que dicho cuento ha ido cambiando conforme han avanzado los años, a decir verdad casi todos los clásicos que nos enseñaron de críos lo han hecho. Incluso las películas que Walt Disney estrenaba en los cines eran reconvertidos para ser más dulces y más accesibles para el público infantil. Aunque muchas veces hizo llorar a más de una generación (véase la famosa muerte de la madre de Bambi) y por eso se le ha tachado de ser un personaje algo maquiavélico. Me refiero a Disney evidentemente.

Inexplicablemente hay directores y directoras que siguen teniendo trabajo aún demostrando que sus labores en la dirección sigue dejando mucho que desear. Catherine Hardwicke dirigió Crepúsculo que fúe un éxito absoluto en la taquilla y creó (aunque ya lo había hecho en la versión novelada) una legión de seguidoras -mayormente- impetérritas. Evidentemente la podría haber hecho un chimpance que habría triunfado igualmente. De ahí que el triunfo no se le puede otorgar a Hardwicke, si no más bien a la base de la película. No voy a entrar en la saga de los Vampiros light, los hombres lobo con tableta de chocolate y la adolescente con dolor de tripas perpetuo, pero sí es cierto que en Caperucita Roja la directora quiere jugar con los mismos elementos y le sale el tiro por la culata.

Y es que si Bella, Jacob y Edward pueden tener algo de carisma -para quien quiera verlo y tenga las hormonas alteradas y la fregona  a mano-, los que aquí nos ocupan son verdaderamente patéticos.

Amanda Seyfried, la cual puede y ha ofrecido mejores actuaciones, es un busto donde la preocupación constante, los ojos agrandados (que ya de por sí los tiene la actriz) y un rictus facial similar al de la antes citada Bella, no hacen si no preguntarte si siguió algunas indicaciones de la directora para que la estela de la saga Crepúsculo estuviese presente. Los jovencitos desprenden sosería por los cuatro costados, no hay un momento donde te creas el “amor” o el triángulo amoroso que se forma entre el herrero pobretón, el que está acaudalado y Valerie (Seyfried-Caperucita). Es todo más falso, prefabricado y previsible que echa para atrás a partir del primer cuarto de hora.

Eso sí, la presencia de Gary Oldman -excéntrico como en el noventa y nueve por ciento de su filmografía- y los fans de Virginia Madsen -entre los que yo me encuentro- quizás les haga más ameno el metraje.

Lo peor de todo es que en líneas generales la película podía haber sido mucho, muchísimo mejor. No una que marcase como lo fué Drácula de Coppolla (donde no hay no se puede sacar), pero sí una película de terror-suspense bastante digna y que no girases la cabeza al recordarla. La intriga es lo más falsa que te puedas imaginar. Porque hay algo claro en estos tiempos, cuanto más enseñen a alguien como sospechoso, NUNCA LO SERÁ. Eso sirve aquí como en cualquier película. Sospecha siempre del menos sospechoso, sobre todo cuando el guión no da para mucho y quieren hacer un giro en el último momento para que la gente diga “Ohhhhhhhh, pues me han sorprendido!”. Nada, como seas un poco avispado ya te puedes imaginar el final de antemano, así que lo que vas viendo te importa cada vez menos.

Finalmente esa ambientación tan notable (que reconozco que lo es, pero desaprovechada) acaba diluyéndose en un bodorrio insoportable e indigno en no pocos momentos.

Por cierto, y para terminar, ponerle voz a un Hombre Lobo lo encontré tan ridículo como cuando escuché la voz de Francisco Rabal en la piel del Dragón de Dragonheart. Estas cosas sólo se pueden utilizar en contadas ocasiones y en determinados momentos, si no corres el peligro de que al público (osea, yo) le entre la risa de repente. Y eso, no creo que sea lo que se estaba buscando en este tipo de película.

 

Fdo: Snake   

 



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